En nuestro proyecto de lectura crítica damos por sentado muchos conceptos que hacen referencia a los campos de la comunicación y la cultura, por eso creo que vale la pena hacer un breve recorrido para ponerlos en común.
En primer lugar me gustaría aclarar que los conceptos, las sistematizaciones, el recorrido mental que se me ocurre cuando pienso en el campo de la comunicación y la cultura, nunca es enteramente mío, todo este esquema mental se lo debo a Aníbal Ford, mi maestro al que sigo consultando en temas de comunicación y cultura. Sus libros (sobre todo Navegaciones y La marca de la bestia), sus artículos, el recuerdo de sus reflexiones, conversaciones, y entrevistas. Aunque se nos fue en 2009, todavía me sucede que frente a cada fenómeno sociocultural nuevo, me pregunto qué pensaría Aníbal acerca de este nuevo escenario, qué cruces teóricos, qué transversalidades hubiera visto él.
Como muchos estudiantes de una carrera, y sobre todo de la facultad de ciencias sociales, mis expectativas al elegir la carrera de ciencias de comunicación eran, más bien, vagas, imprecisas, incluso fatuas. Sabía, sin embargo que no me interesaba demasiado el periodismo ni me veía trabajando en los medios, por eso el proceso de estudiar era una permanente búsqueda.
En un principio comencé a interesarme por la semiótica, el análisis de los discursos, los temas de género y estilo, la enunciación, las teorías de la recepción, etc. Sin embargo mi gran hallazgo fue al apuntarme a la asignatura de Comunicación II cuyo titular era Aníbal Ford. Ya lo conocía como escritor, periodista de renombre, editor de una colección mítica en la argentina y ‘casi famoso’ dentro del campo intelectual latinoamericano, algo que me fascinaba y atemorizaba a partes iguales.
Lo interesante fue que mientras estudiaba y leía la compleja, heterodoxa y abundante bibliografía de su asignatura, fui cayendo en la cuenta que su mirada del campo de la comunicación, el cruce entre comunicación y cultura, las preocupaciones por las identificaciones, las desigualdades, los problemas de la sociocultura contemporánea, eran los abordajes que me interesaban. Era el enfoque que venía buscando como ‘intelectual orgánico’ que hacía ya algunos años venía trabajando como maestro de base en las escuelas marginales, de barrios más marginales aún. La pedagogía de la libertad de Paulo Freire y la sociología crítica de Juan Carlos Tedesco me habían guiado hasta ese momento, pero el enfoque ampliado de la cátedra Ford me marcó, primero como estudiante durante el resto de la carrera, luego como docente de su cátedra y todo el tiempo como profesional de la comunicación y la educación.
Por eso la impronta de esta visión, estos recorridos, estas ‘navegaciones’ a través de los fenómenos socioculturales es la que me guía en mis análisis, utilizando esa ‘caja de herramientas’ que me brindó hace ya muchos años el haber conocido a este polifacético intelectual argentino.
Comenzamos arbitrariamente por donde me parece...
En este proyecto se cruzan, al menos, tres campos: la comunicación, la cultura y la educación, cada uno con su historia epistemológica, sus paradigmas, teorías, campos de aplicación y cruces con otras ciencias. No obstante vamos a hacer hincapié de la comunicación porque es un campo al que creemos conocer por la cercanía, por contacto cotidiano con los medios, eso lo hace un campo engañoso, cercano, sospechado. Este recorrido pretende ser un somero mapa para entender algunas de las relaciones que establezco en mi trabajo.
Comunicación & cultura
Toda definición del concepto de comunicación, necesita, por lo menos, una doble mirada: una sincrónica (teórica y sistémica) y otra diacrónica (histórica y paradigmática). Desde ambos puntos de vista hay definiciones encontradas, en conflicto, tanto histórica como ideológicamente. Hay definiciones más tecnologicistas, culturalistas, mediáticas o filosóficas.
Lo cierto es que nos comunicamos mediante la producción de significados, es decir desde la producción de sentidos compartidos (aunque sea fragmentariamente) y, para lo cual necesitamos códigos. Estos códigos son sistemas de signos con reglas que pueden tener mayor o menor formalización según sean orales, escritos o no verbales (kinesia, proxemia, la gestualidad, etc.). Aquí vemos una primera relación entre la comunicación y la cultura porque no se pueden compartir, poner en común, sentidos si no es dentro de una cultura mínimamente compartida.
Charles S. Pierce en su Teoría del signo explica que los signos con los que nos comunicamos se relacionan en una triada de símbolos, íconos e índices. Cuándo plantea esta tridimensionalidad del signo Pierce está rompiendo el binarismo de la lingüística (significado/significante) y da un paso más allá de la unidad mínima de la lingüista (fonema, morfema, etc.) permitiendo analizar unidades mayores, que luego serán el objeto de análisis de la semiótica y la semiología: el discurso.
Esto abre un campo más amplio en la teoría de la comunicación, dando lugar a la teoría de la enunciación que rompe con el lineal esquema emisor – mensaje – receptor.
Las diferentes formas de comunicación no se dan aisladamente, ni en un laboratorio cerrado ni dentro de unas normas fijas, por lo tanto no está exenta de contradicciones de los mensajes emitidos. Por eso son sumamente importantes los conceptos de metacomunicación (comunicar sobre lo que se comunica) y marco metacomunicativo (el contexto donde transcurre la comunicación), lo que Bateson llama Doble Vínculo. Aquí se puede observar, nuevamente, una inseparable relación entre comunicación y cultura.
Estos dos saltos cualitativos tratan de romper con la mirada inocente acerca del lenguaje, visto como algo natural, dado y como un hecho subjetivo, y no como una convención sociocultural.
Si bien la reflexión acerca de los campos de la comunicación y la cultura tienen antecedentes históricos de larga data (desde Aristóteles hasta los gramáticos antiguos) adquiere una especial sistematización en el siglo XX, a raíz de la complejización de las sociedades, la producción de sentido mediante diferentes medios técnicos y cada vez más masivos, el avance industrial, la modernidad, el aumento de la movilidad y los intercambios culturales. Desde Saussure a Pierce, desde Simmel a Goffman, y el complejo desarrollo del funcionalismo norteamericano preocupado por la propaganda en tiempos de guerra y su visión unidireccional de la comunicación como la teoría de la ‘aguja hipodérmica’ y la ‘teoría de los efectos’, instrumental y mecanicista, trataron de dar respuesta a la cada vez más opaca relación entre comunicación y cultura.
Como decíamos la comunicación es estudiada desde diferentes campos. Siguiendo nuestro recorrido creo pertinente recoger aquí el abordaje de Gregory Bateson, que desde Palo Alto, postula un axioma fundamental: ‘es imposible no comunicar’. Esta formulación, no sólo es interesante porque rompe con la idea de intencionalidad lineal de la comunicación, sino que también porque se apoya en el paradigma epistemológico de la cibernética, específicamente en el concepto de feedback negativo o de retroalimentación (elaborado durante la guerra mientras buscaban corregir los errores de las baterías antiaéreas) popularizada por el matemático Wiener. Esta reflexión, luego será retomada y popularizada por otro investigador de Palo Alto, Paul Watzlawick.
Los investigadores de Palo Alto desplegaron su influencia sobre la mayoría de las ciencias sociales y sobre la cultura de los últimos cincuenta años. En el plano del estudio del hombre, mostraron que ya no era posible concebir al individuo separado de sus propias acciones (más bien interacciones), de sus percepciones, de su contexto sociocultural, de su carga histórica y semántica, de los tabúes de su civilización, en definitiva, de la comunicación, que devino un factor crucial en la construcción de la realidad.
Para ellos la actividad del receptor, que reelabora y resignifica, nunca es un proceso meramente subjetivo, sino que está contextualizado por los sistemas culturales en los que se hallan los actores de la construcción de sentido. Sin embargo, esta teoría, si bien supone un avance importante deja de lado desigualdades, asincronías, relaciones de poder y diversidad de competencias.
La evolución de los análisis en el campo de la comunicación continuará complejizándose con diferentes aportes. Desde la termodinámica con el concepto de entropía hasta la filosofía del lenguaje de Wittgenstein (1953), desde los formalistas rusos como Bajtin (1979) o el estructuralismo de Lévi-Strauss (1968).
En Francia, serán fundamentales los aportes de la semiología y la semiótica, la relectura de Pierce y la teoría de la enunciación. El salto de la semiología a la semiótica, es decir de la lengua a los discursos sociales gracias, en gran medida a Roland Barthes y la revista Communications.
En Gran Bretaña los Estudios Culturales de Birmingham con Richard Hoggart, Raymond Williams, Eduard P. Thompson y Stuart Hall como Founding Fathers, analizan desde distintos ángulos la forma en que los mass media transmiten la cultura hegemónica (recuperando conceptos como sentido común y hegemonía de Gramsci). Sin embargo, con muchos estudios de campo, observan cómo las clases populares no reciben estos discursos pasivamente, sino que reelaboran los mensajes, los resignifican y a veces se apropian de la manera menos esperada. Este enfoque nos sirve para observar otro cruce permanente entre comunicación y cultura. Pensando cultura no como un mero hecho antropológico,
Cada vez más formalizados
Como vemos la comunicación y la cultura están íntimamente relacionadas, ambas disciplinas tienen una larga historia de definiciones y límites epistemológicos (lo sincrónico y lo diacrónico), pero ambas disciplinas se cruzan inter y transdisciplinariamente.
En la actualidad no se pueden desconocer los cruces y relaciones entre nuevas tecnologías, propiedad de los medios o industrias de lo simbólico, de su relación con la formación de opiniones y su influencia en el imaginario social, los nuevos géneros y soportes, las migraciones físicas y virtuales, las diversas formas de la construcción de la subjetividad.
El avance de la tecnología ha actualizando la máxima de Marshall McLuhan de que el medio es el mensaje. Esto es, no solo han posibilitado el acceso a la información casi instantáneamente sino que al mismo tiempo ha modificado la forma de percibirla, de buscarla, de entenderla, de procesarla.
Más allá de las expectativas ‘positivistas’ del infodesign los cambios tecnológicos implican cambios culturales. Cambios no solo individuales y colectivos en el campo de la recepción sino también el de la producción. Cambian los géneros de la información, los sistemas de escritura... A partir de la Guerra Irak se comenzó a hablar de un periodismo sin periodistas, donde cualquiera con un smartphone podría informar, sacar fotos y publicarlas. Ya sucede con algunas redes sociales como Twitter donde la información u opinión se publica instantáneamente sin pasar por los medios tradicionales. No profundizamos en fenómenos como Wikileaks, las filtraciones de Snowden o las propuestas de conocimiento colaborativo global como Wikipedia. Hay miles de ejemplos.
Ahora bien, estas nuevas dinámicas, per sé no son malas, supone un mayor acceso, sin embargo tenemos que tener en cuenta que nuevas tecnologías implican nuevas formalizaciones, es decir, nuevos disciplinamientos, nuevas herramientas de control social. Ya no buscamos en Internet (la red de redes donde en 2002 se calculaban 37000 bibliotecas del Congreso de los EE.UU.) buscamos bajo los parámetros, sistematizaciones y selecciones de Google, que nos ha disciplinado a buscar de una manera determinada.
Otro ejemplo, algo antiguo quizás, pero igualmente revelador. Según el estudio de Shenk la gran circulación de información se habría cuadruplicado entre 1971 y 1991 (no se cuál será el dato a 2017, pero seguramente el incremento es geométrico). Lo cierto es que la abrumadora cantidad de información (Data Smog según Shenk) genera cambios en la conducta, estrés, desatención, lectura fragmentaria, interpretación y aprendizaje fragmentario, pérdida de concentración. Un problema emocional, social y económico. Este cambio es cultural, pues las formas de entender el mundo cambian, el acceso a la toda información es imposible, es abrumador, entonces alguien lo sistematiza, lo pone a nuestro alcance: Google.
Digo cambio cultural porque no estamos pensando en cambios de formas sino de fondo, cambios que nos implican, nuevos disciplinamientos, nuevas formas de entender el mundo, nuevas imposiciones. Y no nos metemos en problemáticas como la brecha digital donde aun más del 90% de la información está en inglés o el acceso a la electricidad está restringida a más del 20% de la humanidad.
No se puede entender la producción de sentido sin el campo cultural, no se puede pensar la cultura como aislada de la producción de sentido, ni siquiera cuando pensamos en cultura con definiciones tan ‘inocuas’ como la definición de cultura de la Unesco.
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